Tranquilamente mientras él la mira con la pasión desbordada en sus ojos, ella, se afloja el vestido rosa, que va cayendo suavemente, poco a poco, por su esbelta figura y que se desliza, por su piel nacarada.
El ensimismado, responde erizado, por todas las parcelas de su viril cuerpo, que los mantiene en el filo de la hoguera del deseo, en la penumbra de la noche.
Maldita sean sus manos que los atraen, sin permitirles mover ni uno solo de sus dedos, malditos sean los pecados, que la pasión los lleva a cometer, cada noche, y a escondidas.
Pero también sea bendito el amor, el amor sin razones, que a los dos les une en esos momentos que el destino les permite estar a solas, saborear las delicias del placer, amarse con la locura de las prisas, y de paladear la manzana, en el jardín prohibido.
El amor, tiene fases, que no todos tenemos la capacidad de entender, y que tal vez, jamás sabremos el porqué.
A unos les llega el amor Sagrado, y a otro, por el contrario, siempre, siempre, le llega, el amor prohibido.
Encarna Recio Blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario