viernes, 27 de mayo de 2022

¡Alto el fuego dictadores!

¡Alto el fuego dictadores! parad esa guerra sin razón, y hacer que desaparezcan  del mundo todas las armas.

¡Gobernantes de esta tierra! ¡Escuchadme por favor! Parlamentar con el alma para que acabe este horror.

 Desterrar de este infierno a los  mercenarios, a los sicarios, a los temerarios, y a todos esos dictadores sanguinarios. ¡Alto el fuego tiranos enfermizos! sin corazón ni conciencia, os ensañáis cruelmente con muchos seres humanos como fieras hambrientas.

 Estáis matando a inocentes sin motivo y sin razón heridos perecen sin que nadie oyera su último suspiro en esta tierra. ¡Alto a esa  cruel violencia! que cada día nos espanta al ver la sangre derramada de los que no tienen culpa de nada.

  ¡Alto que ya no se mata! ¡Alto por tanta consternación! ¡Pobres de los que murieron! Y nadie les escuchó. Pagaron con sus vidas sin saber a ciencia cierta la razón por lo que luchaban en el frente de esa vil  contienda.

 ¡Alto a la barbarie brutal! A las bombas que asesinan, y a esas ristras de palabras vuestras, que no solucionan nada. ¡Parad malditos esta guerra! Sólo os ciega el poder malsano, con la guadaña en vuestras manos vais segando miles de inocentes almas.

 Ellos sólo querían vivir en Paz y en Democracia, ansiaban la libertad y el amor, abrigados en sus casas. ¿No veis a niños muriendo? ¿No veis a madres pariendo?  ¿No veis a esos viejecitos? Que no pueden ya ni con su alma.

 Con sus casas derruidas, con su patria destrozada, dejando a sus hijos con las metralletas en sus manos, en esa negra batalla.

Errantes vais entre las bombas que estallan, buscando una tierra que os acoja, un poco de comida y un abrazo de aquellas personas solidarias y generosas.

 ¡Estoy muy triste por ellos! Por los que sin culpa murieron, entre amasijos de ira, de esos cobardes que dictan sentencias y leyes, desde sus palacios con negras entrañas.

¡Dios mío! ¡Dios mío! estoy muy triste ¡Solo me quedan las palabras! Y el dolor al ver,  aquel padre que se fue a la guerra, cuando su hijo estaba naciendo.

 Estáis vulnerando los derechos humanos de un pueblo que en paz vivía, con su sangre derramada, con sus calles destrozadas  en ruinas.

 ¡Alto el fuego dictadores! ¿Es que no os queda en vuestros corazones?

 ¿Ni un solo gesto de magnanimidad? ¡Es Dios quien nos da la vida! ¡Y sólo Él,

Nos la puede quitar!

 Hoy clamo al Cielo y le pido a Dios ¡Que nos mande la Paz al Mundo!

Que ilumine esas conciencias, y  deshaga el frío de  sus heladas almas.

  

Encarna Recio Blanco.


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