martes, 22 de octubre de 2019

Se deja de querer...




Se deja de querer, y no se sabe

Por qué se deja de querer:

Es como abrir la mano y encontrarla vacía,

Y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.


 Se deja de querer, y es como un río

Cuya corriente fresca ya no calma la sed;

Como andar en otoño sobre las hojas secas,

Y pisar la hoja verde que no debió caer.


Se deja de querer, y es como el ciego

Que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren;

O como quien despierta recordando un camino,

Pero ya sólo sabe que regresó por él.

 

Se deja de querer, como quien deja

De andar por una calle, sin razón, sin saber;

Y es hallar un diamante brillando en el rocío,

Y que, ya al recogerlo, se evapore también.

 

Se deja de querer, y es como un viaje

Detenido en la sombra, sin seguir ni volver;

Y es cortar una rosa para adornar la mesa

Y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

 

Se deja de querer, y es como un niño

Que ve cómo naufragan sus barcos de papel;

O escribir en la arena la fecha de mañana

Y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

 

Se deja de querer, y es como un libro

Que, aun abierto hoja a hoja, quedó a medio leer;

Y es como la sortija que se quitó del dedo,

Y sólo así supimos que se marcó en la piel.


Se deja de querer, y no se sabe…

¡Por qué se deja de querer!

J. A. Buesa

Encarna Recio Blanco.







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