Silencio absoluto en el valle, ni los pájaros cantaban.
Por la vereda abrupta aquella mujer caminaba.
Unos folios en blanco en sus manos, que el viento zarandeaba.
Y en el Cielo mil nubes traviesas al escondite jugaban.
Cansada se tumbó en la vereda quedando su cuerpo
Pegado a la tierra, que la acunaba como a una niña pequeña.
La regó con su llanto, le contó sus penas de amor
Y aquella terrible pesadilla que la trastornó.
Todo era silencio, quietud y misterio, el monte espiaba…
A lo lejos, unas campanadas llamaban a duelo.
El ocaso apareció de improviso, los folios en blanco gritaban.
Las vacas mugían, y los corderos volviendo al redil, lloraban.
Sus ojos miraban sin ver, ni la grandeza de Dios
Y cerrándolos dulcemente a su lado voló...
Encarna Recio Blanco.
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