
El día de la Madre hay
que celebrarlo y festejarlo, todos los días de nuestra vida.
Antes de nacer cuando en
el vientre suyo te movías, ya la conocías.
Cuando tus ojos abriste
en los primeros días de tu vida, ya presentías que era ella la persona, que más
te quería.
Entre sus brazos sentías el calor y el amor, que ella te prodigaba y dormías feliz y tranquila.
De sus pechos
indulgentes el hambre saciabas, y con sus nanas cerrabas los ojos en tu cunita.
En aquellos tus primeros
pasos, sus brazos alargaba para que no cayeras de bruces en el suelo, y te
hicieras en tus carnes las primeras heridas.
La que en el día de tu
primera comunión corría a tu lado en la iglesia con unas galletas, después de
tomar la Sagrada Comunión no te desmayaras.
La que empezó a perfilar
tu espíritu con las buenas maneras, con la educación más esmerada para que caminaras el resto de tu vida, por
los limpios caminos que ella te imbuía.
La que siempre solía
asomarse a la puerta de tu casa cuando ya de jovencita te ibas con tus amigas,
para ver si ibas impoluta de los pies a la cabeza y con el orgullo de saber,
que eras… el mejor regalo que Dios puso en su vida.
La que cuando la fiebre
afloraba por el dolor de las anginas, te daba la leche con miel y un beso diciendo,
que al día siguiente, ya estarías fuera de cualquier peligro y te regalabas la
mejor de sus sonrisas.
La que cuando te
enamoraste te decía, que no confundieras el sentimiento del amor con un guapo
joven, si no estabas segura, que era una
cosa muy seria, y que solo se lo dieras a quien fuera digno de ti, precaución
te decía.
La que en el altar el
día de tu boda lloró de pena y de alegría al ver que de su nido ya partías.
La que se hizo cargo de
tus hijos cuando al trabajo te ibas, dándoles la comida, limpiando sus pañales,
y cantando sus nanas, como cuando tú eras pequeñita.
La que notaba cuando
tenias alguna espina en tu corazón, o eras plenamente feliz, sin hablar trataba
de saber, qué es lo que en tus adentros tenias, y siempre acertaba, reía a tu
lado si te veía feliz, y por dentro, lloraba si la tristeza en tu cara florecía.
Nuestras Madres son los Ángeles guardianes que tenemos en nuestras vidas, desde que nacemos hasta que nos
vamos de este mundo, y cuando a una madre tiene el dolor de perder a un hijo,
para ella es seguir viviendo en el infierno aunque siga viva.
Por eso, y por mucho
más, hoy mis líneas van dedicadas a todas las madres del mundo y especialmente
a la mía, que hace ya mucho tiempo se fue y que en cada momento permaneces en
mi corazón, en mi alma, y en mi vida. Gracias Madre mía!!!
Encarna Recio Blanco.