En el clímax enervante del deseo
Se debate mi alma y mi cuerpo.
Sobre los negros silencios
De la noche y sus misterios.
A lo lejos campanadas
Llamando a duelo…
Es mi corazón enamorado
Que esta noche ha muerto.
Encarna Recio Blanco.
En el clímax enervante del deseo
Se debate mi alma y mi cuerpo.
Sobre los negros silencios
De la noche y sus misterios.
A lo lejos campanadas
Llamando a duelo…
Es mi corazón enamorado
Que esta noche ha muerto.
Encarna Recio Blanco.
Cuando lleguen a tus manos mis
ofrendas
Que desde esta oculta colina te envío
Cierra los ojos y siente el amor que
me sube
Y que te mando con mis cinco sentidos.
¡Cómo llamarle a este amor! ¡Cariño mío!
Cuando en él se conjugan el cielo y el
infierno
Cuando la alegría con el dolor se
aúnan
O cual un cometa que cae y se estrella
en la tierra.
Sabiendo que no es la distancia lo que nos separa
Ni puedo encontrarte en las alturas por
donde voy
Trepando agotada
Y me vuelvo taciturna con el macuto pesado
a la espalda
Subiendo y bajando hasta la solitaria
estepa que me acuna.
¡Cómo llamar a esta melodía tan maravillosa!
Teniendo desafinada y sin cuerdas mi guitarra.
Soy esa odalisca que espera poder bailar
Entre tus brazos la danza de las esperanzas.
¡Qué tristeza estar aguardando un imposible!
¡Qué desasosiego vivir entre zarzales
y espinas!
Que van floreciendo al compás de una
lluvia
Que no calma mi sed, ni riega mis
semillas.
¿Y por qué han de esconderse de este mundo?
Las verdades que encierran almas
limpias
A la vera de los almendros que florecen
Escoltados de palomas campesinas.
¿Y por qué pregunto al cielo que dormido?
¡Contestarme nunca quiere!
Bajo este limonero espero cada noche
Que la luna me haga un guiño placentero.
Me lamento de nuestra suerte en esta orilla
Donde el destino retoza descarado.
Sin importarle que fue de nuestras vidas
Cuando nos separó, tan largos años.
¿Y porqué no has de venir si yo te espero?
Adosando mi impaciencia al sutil eco
De una mensajera con las alas rotas
Clamando al cielo seguir tu vuelo.
Si algún día aparecieras a hurtadillas
Por mi huerto florido
de azahares
Te ofrecería lo mucho, o poco que me
quede
Del sufrimiento y el amor… que estoy
guardando.
Encarna
Recio Blanco.
De primavera tengo, la sonrisa
Y
me convierto en fuego si me acaricias,
Me
rompo en mil pedazos cuando me aman
Y
derramo mis penas por sevillanas.
Mis manos son palomas, cuando vuelan
Mis
ojos zarzamora cuando esperan,
He
toreado al toro de la vida
Y
he cantado una nana por bulerías.
Hemos amado, dejándonos el alma en un suspiro.
Hemos
luchado, dejándonos la piel en el camino.
Hemos
llorado, un adiós con sabor a despedida.
Y
hemos probado el sabor agridulce de la vida.
e noche negra tengo, la mirada
Y
se me queja el alma cuando me hieren,
Si
alguien me pregunta por lo que amo
Le
respondo que hago vivir la vida.
Hemos
amado, dejándonos el alma en un suspiro.
Hemos
luchado, dejándonos la piel en el camino.
Hemos
llorado, un adiós con sabor a despedida.
Y
hemos probado el sabor agridulce de la vida.
R .Jurado
Para todos aquellos que nunca conocieron el amor.
Para los que incansablemente lo buscaron y nunca
Lo encontraron.
Para todos aquellos que hoy, nadie le
dará un beso
Ni les dirá te quiero.
Para aquel que se quedó sin su medio corazón.
Para el mendigo que busca un abrazo y le dan
Migajas.
Para los que están entre rejas, pagando sus
Culpas por un error.
Para los que imploran unos besos, y
nadie les oye.
Para aquel que se encuentre solamente…
Con su soledad.
Para aquellos que hoy, no pueden comer
Ni un pedazo de pan.
Para todos aquellos que se quedaron
sin sus casas
Por culpa de los usureros de negras
entrañas.
Para los que duermen en las calles envueltos
Entre cartones.
Para los que escriben al Amor y a la Paz
y sus letras
Se pierden entre basuras.
Para aquellas mujeres que venden sus
cuerpos
Por unas monedas, con su cruz a cuesta.
Para los que regalan amor cada día y nadie les entiende.
Para los marginados que huyen de una sociedad
Llena de fieras.
Para todos ellos, mi amor, mis besos y mis te quieros.
Encarna
Recio Blanco.
El amor, el amor, es esa pócima milagrosa que cura las tristezas, es el motor que hace andar a los sueños, el bálsamo sagrado del alma, es algo, que no se toca, se siente, no se hace, se construye, no se busca se encuentra, no se pide, se entrega.
Hay que sentirlo aunque solo sea entre los
sueños y contar los segundos que pasan hasta verlo. Esperarlo impaciente en el
banco de los deseos, o deshojando margaritas en la ciudad perdida de los
recuerdos, en las ruinas que la noche deja marchitas sobre nuestra almohada.
Hay que saborearlo, por
las ligeras esquinas de las emociones, por los lejanos valles de la madrugada,
y por la eterna sonrisa de la luna.
A cada paso, en cada
libro, en todas las estrellas que se
posan en el firmamento, en la cara oculta
del matiz, que guardan nuestros
secretos, en el Frío de la noche, en el cálido encuentro, en las brumas de los
mares, en lo oscuro de un cuerpo, y en
cada momento de nuestra vida.
Hay que esperarlo impaciente en el Cielo de los elegidos, en la
nube roja del destino, en la cara y la cruz, de cualquier quimera, en el valle,
en las montañas, entre las olas del mar, en las mieles de la brisa, o en la
oscura guarida, donde por la noche la
tormenta anida.
Hay que decir te quiero,
te amo en la pobreza, en lo rico del momento, en la calle más poblada, o en la soledad de un desierto.
El amor, siempre hace una parada en el andén de nuestra estación, para preguntarnos, si por un día, somos capaces de amar de verdad a alguien más, que a nosotros mismos.
Si tenemos amor
encontraremos las fuerzas para el
perdón, las esperanzas en las batallas, la seguridad en el palco del miedo,
y en los desencuentros.
Hay que atravesar
desiertos a veces, para encontrar un oasis en lo más recóndito de la tierra, en
nuestros corazones, y dejar a la criatura,
que vive dentro de nosotros libre, alegre y feliz.
En el amor hay que tener
la madurez para decir me equivoqué, la
valentía para decir perdóname, la sensibilidad para decir, te necesito, y
la capacidad para decir te amo…te amo.
Al amor, le pedimos alas
para volar lejos, y en la distancia vemos donde nos encontramos, el nos da
tiempo para aprender de lo vivido, para luchar y saber con quién nos
enfrentamos, para correr y llegar a un buen puerto.
Si no tenemos alas, si carecemos de
tiempo, si no tenemos días, ni cielos, ni noches en vela, ni siquiera tenemos sueños, no podremos
seguir viviendo.
Esta noche memorable, en
la que celebramos con la poesía día de los enamorados, donde hablamos de
corazón a corazón, les diré que guarden el amor como el tesoro más grande de
sus vidas, en un cofre repleto de bellos retratos, de buenos recuerdos, de
poemas de amor, aunque sean lejanos, y sobre todo, aquellos primeros besos en
la soledad de una noche cualquiera.
Les diré que sueñen
despiertos, a cada momento del día, y que vivan con Intensidad, todas las
situaciones que nos ofrece la historia que interpretamos.
El tiempo todo lo palia,
y que los minutos son eternos, tanto… como nosotros queramos alargarlos.
Les diré, que tanto en
el amor como en las guerras, no hay soldados sin heridas, pero también nos
aportan las más bellas de las alegrías.
Espero y os deseo, que
tengáis suficiente felicidad para que seáis más dulces, que tengáis las
suficientes pruebas para que os hagáis más fuertes, y suficientes esperanzas,
para alcanzarlo.
El amor es como un
viaje, lugar de salida, una mirada, lugar de llegada, un corazón, y sobre todo,
recordar que antes de tocar unos labios hay que acariciar el alma, y que antes de conquistar un cuerpo, hay que
tratar ganarse un corazón.
Hoy les deseo amigas y
amigos enamorados, las más grandes de las pasiones, les auguro el más bonito de
los versos y el cofre más repleto de amor, y sobre todo… no os olvidéis cada
mañana, de pintar el amanecer, con una sonrisa.
Esta noche les voy a revelar uno de mis secretos más ocultos, todavía…todavía siento la pasión y el amor, con igual intensidad de cuando era una jovencita, en el único órgano que no envejece ¡Mi corazón!
Encarna Recio Blanco.
Mis palabras esta noche van dirigidas a vosotros, mis amigos, amigos que me visitáis en mi blog y que tal vez, ni nos conocemos, pero que yo os siento.
Ya estamos en Navidad, unos días en los que las familias se reúnen, llegan los familiares al redil, días de regalos, de abrazos, de buenos deseos, donde los hogares y las calles se adornan con luces de colores, donde en las mesas se apiñan los manjares, el champan y el turrón, alegrando con ellos las dulces veladas.
En estos días, también hay otros seres humanos que están solos, que están enfermos en hospitales, muchos médicos que no pueden comer con sus familiares porque tienen que cuidarles.
Aquellos que están separados, y no pueden cenar con sus hijos, los que no tienen familia y deambulan de un lado para otro sin cobijo, los presos entre rejas que son inocentes, o los culpables, los que perdieron a sus seres queridos, a todos los que van a la deriva en pateras, y se dejan la vida ondeando en mares furiosos diariamente y en Noche Buena.
Y a tantos otros que por no tener, no tienen ni quien pueda darles un abrazo. Quiero deciros en esta pequeña reflexión, que todos somos hermanos, que podemos ser amigos, y a todos vosotros que aunque no os conozca, se que estáis ahí.
Quiero que sepáis que hay en el mundo muchas, muchas personas en que se acuerdan no solo en estas fechas tan entrañables, sino siempre de las desdichas y las penurias de los demás.
En todos los seres humanos del mundo existe la alegría y también la pena, en todos los corazones, el dolor a veces anida.
La felicidad es efímera como la vida misma, unas gotas de ella a veces, nos emborracha, cuando no la tenemos ni la sentimos parecemos fantasmas errantes que deambulamos de un lado para otro, para buscarla.
Por eso, en estas fechas, y en otras similares, hay que sacar las fuerzas en los infortunios, que tenemos que avivar la fe, hacernos amigos del enemigo, dar agradecimiento y calor, a las fuerzas que se nos abren, a una mano tendida que te aprieta, a una sonrisa que te alienta, y aquella estrella fugaz que te alumbra, aunque solo sea un instante.
Hay que cultivar esa semilla Divina con la que Dios siembra y que florece en todos los corazones generosos, para luego llevarle los frutos de Su cosecha el día que nos llame para irnos. Para irnos hacia su Cielo.
Que la luz nos ilumine estas Navidades y eternamente. ¡Felices Navidades!