Entre ramajes de plata envejecidas
Mi cabeza reposaba meditando,
Oyendo el murmullo y la belleza
De pájaros amilanadas.
Lo vi llegar por la senda al cazador...
Con su rifle a la espalda, me dio
Los buenos días y yo…
Le di la espalda.
La tormenta bramaba
Y los plomizos movimientos
De las aves, se amilanaban
Al compás de la lluvia, que arreciaba.
De repente se oyó un estruendo
Del bronco gruñido de la pólvora,
Aquel cazador, hambriento de vidas
Con la muerte, de la belleza se apoderaba.
Encarna Recio Blanco.