Tuvo lugar mi nacencia en campos
de Extremadura.
Cuando el sol arde en extremos, cuando
las mieses en la era
Se amontonan, esperando dormitar
en los graneros.
Un 13 de agosto. Dicen que el 13
es mala estrella
Y no va la cosa descarriada. Era martes además,
Que ya es el colmo de malos
presagios
Y malas barrunteras.
Tuvo mi Madre dolores de cinco
partos juntos.
Tardé yo en venir más de la cuenta ayudada por
Una comadrona, que aunque buena,
No estudió carrera, y que tragaba el aguardiente
Como sorbos de agua fresca.
Salí llorando, pateando con
fuerza, me dieron,
“dicen, un cachete” y me quedé
quieta.
Allí empezó mi miedo por los palos,
Aún me los dan, pero ahora, si puedo los paro
Antes que vengan.
Recio de apellido, de genio y de
firmeza.
Blanco de pureza, si es que esa palabra,
Se entiende en esas fechas.
Dicen que de pequeña era una niña traviesa.
La primera en la escuela. La última en la
iglesia,
Aunque rezaba mejor las letanías
Que las viejas aquellas.
De joven, ya se sabe, todas somos coquetas,
Pero a mí eso de las pinturas siempre
Me llevó de cabeza.
Con mi cuaderno de versos me
perdía por la huerta
Y entre aquellos mudos árboles
soñaba
Estando despierta.
Nadie me los leía, se reían de mí ocurrencia,
Cuando triste los guardaba pensé no hacer más poemas.
Una vaca tenía por compañera, a ella se los leía y la vaca
Rumiando, movía la cabeza, sacudía con el rabo
Y me miraba perpleja.
Así transcurrió mi niñez, al alba
con mi inocencia
Entre muchas medicinas y haciendo pobres
poemas.
Sin ayuda de nadie miré al Cielo
y el Cielo me contestó:
! Haz Tu maleta!
Fueron cuatro vestidos, mi libro de poemas,
Y un collar, no de perlas si no de cuentas negras.
Con tan pobre bagaje, empecé a
caminar,
Tropezando y cayendo, en busca de
una verdad.
Me parieron y aquí estoy…
Metida en un mundo, donde no pedí
llegar.
Preguntando a cada instante ¿Dónde
está?
¿Dónde esa meta lejana? ¿Donde está la gran
verdad?
¿Dónde ésa Paz tan buscada? ¡Que
tanto, tanto,
¿Deseo encontrar?
Aún guardo en mi maleta, los
vestidos,
Mi libro de poemas.
Pero aquel collar, más duro por
los años…
¡Ya se han vuelto perlas!
¡Las perlas de mi experiencia!
Encarna
Recio Blanco.