Caminando
por las estrellas
una noche
te encontré
con tu
maleta de sueños
de
esperanzas y de miel.
Tu lecho
una blanca nube
los
Ángeles por doquier
cantando
y jugueteando
en el
infinito aquel.
Tu voz cual
un manantial
se
escapaba en la vertiente
para
regar los corazones
que
estaban inertes.
Para
plantar en las almas
otra vez
las ilusiones
y esos
buenos sentimientos
que
dormidos permanecen.
Una
estrella se fugaba
y otra
volvía aparecer
en la
nebulosa limpia
de aquel
bello amanecer.
Dos alas me
trasportaron
hasta tu
lecho…
Dos
luceros oteaban
nuestro
feliz encuentro.
Juntas
hicimos un conjuro
mirando
al Mundo
que se
debatía
Roto y
desnudo.
Para
abolir las guerras
para
paliar el hambre
para que
la Paz en la Tierra
otra vez
se nos instaure.
Dios
atento nos miraba
y
dulcemente nos decía:
Vosotros
seguir sembrando
no os
importen las fatigas.
Y aquí
estamos otra vez
en este Mundo
imbuidas
con
nuestras voces
clamando
cada noche…
¡Por la
Paz y la Justicia!
Encarna Recio Blanco.
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