domingo, 14 de noviembre de 2010

Fue una tarde de verano.


Fue una tarde de verano

Cuando yo te conocí.

No me dijiste tu nombre

Pero tal vez lo intuí.

Estaba el mar en acecho

Las olas embravecidas

Y los Ángeles del Cielo

Nos miraban desde arriba.

 Muy ligera de equipaje

Descalza  frente a la orilla

Yo me topé con tus ojos

Y los guardé de por vida.

No hablamos apenas nada

Pero en el aire se oía

Sólo palabras de amor

Que el silencio me decía.

 Yacimos aquella tarde

En tálamos atolondrados

Que se amaban locamente

Con las prisas del pecado.

 Nuestros cuerpos fueron uno

Y nuestras almas también

Y conocimos el fuego

Que tanto quema después.

Se engendró en nosotros algo…

Que sin nombre  lo llamé

Sin darnos  explicaciones

Más  nos amamos después.

 La luna nos hizo un guiño

Y no se quiso esconder

La aurora llegó de pronto

Y nos hizo renacer.

Al terminar el verano

Ya no te volví a ver

Se esfumaron con sus rayos

El calor que  tanto amé.

Esperaba tus ausencias

Junto a la orilla del mar

Se reían las caracolas

De mi espera y tú tardar.

Y pasaron más veranos…

Y te vi casado ya...

Ibas con ella del brazo

A la orilla de aquel mar.

 Nos miramos a los ojos

Sin decir ni una palabra

Tan sólo los corazones

Salieron para gritarlas.

 Y sé que tú me esperaste

A la orilla de otro mar…

Las olas se equivocaron

De dirección y de hogar.

Sólo sé que aquella noche

En tus brazos yo sentí

Lo que quizás nunca ella…

Ha sentido junto a ti.


Encarna Recio Blanco.


 


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