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martes, 15 de noviembre de 2011

Escalaba la empinada.





Escalaba la empinada montaña
de la vida sin detenerme.
Muchas veces los pies me sangraban
y el sudor inundaba mi frente.

Nada me paralizaba en mi afán
ni me fallaban las fuerzas,
quería llegar lo más pronto posible
a la cima de mis metas.

Quise atrapar en primicia al amor
cual una tigresa,
pero siempre se escapaba
por la puerta trasera.

Después, quise parir un hijo
y me puse en cuarentena
lejos del mundanal ruido
para que nadie me viera.

¿Pero no tenia marido ni amante
que fecundara mi tierra?
Cuando me vine a dar cuenta
estaba seca mi huerta.

Después, me puse a estudiar
lo que en la Universidad no enseñan
y me dijo el profesor
que eligiera otra carrera.

Por ella circulé de prisa
con una enorme cartera
llena de medicamentos
que no curaban mi impaciencia.

Después, me puse a escribir
noche y día sin parar
como un molino de viento
sin granos que machacar.

Después, hice muchas cosas
que no puedo enumerar
no paraba ni un segundo
en mi loco deambular.

…Y heme aquí preguntándome
si alcancé alguna de ellas
cuando tengo en la frente mil surcos
y el corazón con cadenas.

Cuando ya se me fueron los sueños
y de mis ojos sólo pende la pena.
Cuando ya de mis labios los besos
escaparon de su madriguera.

Es muy corta la vida…muy corta
para tanta faena…
Cuando vienes a hacer el recuento
la sepultura te espera.

Y es entonces cuando piensas...
Que te falta vivir dos o tres vidas más
para conseguir…
¡Lo que pendiente se queda!




Encarna Recio Blanco












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