Escalaba
la empinada montaña
de la
vida sin detenerme.
Muchas
veces los pies me sangraban
y el
sudor inundaba mi frente.
Nada me
paralizaba en mi afán
ni me
fallaban las fuerzas,
quería
llegar lo más pronto posible
a la cima
de mis metas.
Quise
atrapar en primicia al amor
cual una
tigresa,
pero
siempre se escapaba
por la
puerta trasera.
Después,
quise parir un hijo
y me puse
en cuarentena
lejos del
mundanal ruido
para que
nadie me viera.
¿Pero no
tenia marido ni amante
que
fecundara mi tierra?
Cuando me
vine a dar cuenta
estaba
seca mi huerta.
Después,
me puse a estudiar
lo que en
la Universidad no enseñan
y me dijo
el profesor
que
eligiera otra carrera.
Por ella
circulé de prisa
con una
enorme cartera
llena de
medicamentos
que no
curaban mi impaciencia.
Después,
me puse a escribir
noche y
día sin parar
como un
molino de viento
sin
granos que machacar.
Después,
hice muchas cosas
que no
puedo enumerar
no paraba
ni un segundo
en mi
loco deambular.
…Y heme
aquí preguntándome
si
alcancé alguna de ellas
cuando
tengo en la frente mil surcos
y el
corazón con cadenas.
Cuando ya
se me fueron los sueños
y de mis
ojos sólo pende la pena.
Cuando ya
de mis labios los besos
escaparon
de su madriguera.
Es muy
corta la vida…muy corta
para
tanta faena…
Cuando
vienes a hacer el recuento
la
sepultura te espera.
Y es
entonces cuando piensas...
Que te
falta vivir dos o tres vidas más
para
conseguir…
¡Lo que
pendiente se queda!
Encarna Recio
Blanco