Mis palabras esta noche van dirigidas a vosotros mis amigos, amigos que me
visitáis en mi blog y que tal vez, ni nos conocemos, pero que yo os siento y
que ahora me leéis.
Ya estamos en Navidad, unos días en los que las familias se reúnen, llegan
los familiares al redil, días de regalos, de abrazos, de buenos deseos, donde
los hogares y las calles se adornan con luces de colores, donde en las mesas se
apiñan los manjares, el champan y el turrón alegrando con ellos las dulces
veladas.
En estos días, también hay otros seres humanos que están solos, que están
enfermos en hospitales, muchos médicos que no pueden comer con sus familiares
porque tienen que cuidarles.
Aquellos que están separados y no pueden cenar con sus hijos, los que no
tienen familia y deambulan de un lado para otro sin cobijo, los presos entre
rejas que son inocentes, o los culpables. Los que perdieron a sus seres
queridos, a todos los que van a la deriva en pateras y se dejan la vida
ondeando en mares furiosos diariamente y en Noche Buena.
Y a tantos otros, que por no tener no tienen, ni quien pueda darles un
abrazo. Quiero deciros en esta pequeña reflexión, que todos somos hermanos, que
podemos ser amigos. Y a todos vosotros que aunque no os conozca, se que estáis
ahí.
Quiero que sepáis que hay en el mundo muchas,
muchas, personas con buenos sentimientos que se acuerdan
no solo en estas fechas tan entrañables, sino siempre, de las desdichas y las
penurias de los demás.
En todos los seres humanos del mundo existe la alegría y también la
pena, en todos los corazones el dolor a veces anida.
La felicidad es efímera como la vida misma, unas gotas de ella
a veces nos emborrachan, cuando no la tenemos ni la
sentimos, parecemos fantasmas errantes que deambulamos de un lado
para otro, para buscarla.
Por eso, en estas fechas, y en otras similares hay que sacar las
fuerzas en los infortunios, que tenemos que avivar la fe, hacernos amigos del
enemigo, dar agradecimiento y calor a las fuerzas que se nos abren, a una mano
tendida que te aprieta, a una sonrisa que te alienta, y aquella estrella fugaz
que te alumbra, aunque solo sea un instante.
Hay que cultivar esa semilla divina con la que Dios, siembra y que florece
en todos los corazones generosos, para luego llevarle los frutos de Su cosecha
el día que nos llame para irnos para siempre, hacia su Cielo.
Que la luz nos ilumine, estas Navidades y eternamente.
¡Felices Navidades!
Encarna Recio Blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario