Preguntas y más preguntas se desatan en mi mente, como si el mundo quisiera, que siguiera la corriente.
Que estoy perdiendo mi
vida y puede no enterarme, si soy feliz no les importa pero se bien lo que
quieren.
Y llorar es la salida ante la injusta manera, de no decidir mi vida, ni los días que me quedan.
Un adiós es más eterno
que la eternidad entera; quieren que lo pronuncie, pues esperen que les queda,
tendrán que tirar los muros y sacarme tal vez, muerta quien pueda tirar
mi puerta.
Ni titanes que bajaran del cielo que nos espera, ni leones que rugieran, ni trescientas de sus tretas.
Y querrán verme de
blanco, en la puerta de una iglesia, que me case con un hombre que guarde
muchas monedas.
Que tenga hijos temprano,
y aprenda como una esposa, a esperar a mi marido en una butaca rosa.
Yo no firmaré papeles, que registren que lo quiero, ni mandaré las postales para invitarles al duelo. Ni me verán con los hijos de un señor que yo no quiero, ni los nietos de mis nietos, conocerán ese encuentro.
El papel que ya he firmado, es de compromiso eterno, ni se quema ni se rompe, ni con plumas, ni con sellos.
Yo descubrí que el amor, no necesita de ruegos, no precisa de monedas, ni de anillos en los dedos.
Quiera Dios casarme ahora en grandísimo secreto, y prometo serle fiel, por el resto de los tiempos.
Encarna Recio Blanco
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