Con
el corazón lleno de gratitud, me acerco a este momento para dar las gracias.
No
sé bien por dónde empezar porque la emoción es tan grande, que las palabras se
me escapan.
Recibir este "Doctorado Honoris Causa" supone
para mí, una alegría inmensa y una
sorpresa luminosa.
Me
honra profundamente y, sobre todo, me conmueve que se me haya reconocido por
algo, que nace del alma: la solidaridad.
Porque si algo he aprendido en este camino es,
que la voz no se hizo para el silencio, si no para nombrar al otro, para acunar
su dolor, para levantar su risa.
Siempre
fui por la vida con un micrófono entre las manos como quien lleva una lámpara
encendida, buscando sombras para darles nombre y noches, para sembrar en ellas
un poco de esperanzas.
Este
reconocimiento no es solo mío. Es de
todas las personas que he encontrado al borde del camino, de aquellas con las
que he compartido el pan, la palabra, canción o lucha. Es de quienes me
enseñaron que la ternura también puede ser trinchera, y que no hay gesto pequeño cuando se hace desde
el amor.
A
quienes pensaron en mí para este honor,
a quienes me escucharon me sostuvieron me creyeron: gracias. Gracias por ver en mi voz un puente. Gracias por
hacerme sentir que la solidaridad es también una forma de ciencia, una forma de
arte, una forma de estar viva.
Seguiré
faenando con la voz como quien lanza redes de palabras al misterio, porque
todavía hay muchas cosas que decir, mucho que cantar mucho que abrazar con la
voz.
Este
honor me impulsa, me alumbra, me compromete. No como una meta alcanzada sino
como una semilla que ahora, florece más hondo.
Gracias
de corazón. Gracias por este gesto que
me hace sentir acompañada. Gracias por hacerme sentir que mi voz tan mía y tan vuestra
ha encontrado eco.
Encarna Recio Blanco.
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