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martes, 23 de octubre de 2018

Creo en ti...


 Creo en ti, en tus manos, en tus ojos, en tu forma

De quererme.

Creo, en nuestro futuro, por muy distante y lejano.

Creo, en la eternidad que pasaré a tu lado.

Creo, en la luz del Cielo, en el sol, en los pecados,

En la gloria, en el infierno, y hasta en el más

Bello regalo.

Creo, en la serenidad que me aportas cada día,

En la calma de tus besos, en la tierra

En la tierna espera mía.

Creo, en el despertar si tú estás a mi lado.

Creo, que me amarás  cuando estés en cualquier lado.

Creo en la  eternidad del deseo que sentimos.

Creo, que no  fallarás cuando en el alba lo vivimos.

Creo, en amaneceres, en días que llegarán,

Cargados con la esperanza, del que sabe esperar.

Si queremos bien creer, que en el día de mañana,

Nos podremos liberar de esta carga tan pesada.

Seremos fieles estrategas de lo tuyo y de lo nuestro.

Seremos ya, para siempre estrellas que no murieron.

Porque sí Dios existe, cuando me miras lo creo.

 

Encarna Recio Blanco.




miércoles, 28 de marzo de 2018

“En esta tarde, Cristo del Calvario”


“En esta tarde, Cristo del Calvario”

Vine a rogarte por mi carne enferma;

Pero, al verte, mis ojos van y vienen

De mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.

 ¿Cómo quejarme de mis pies cansados?

Cuando veo los tuyos destrozados

¿Cómo mostrarte mis manos vacías?

¡Cuando las tuyas, están llenas de heridas!

 ¿Cómo explicarte a ti mi soledad?

Cuando en la cruz alzada y sólo estás.

Cómo explicarte que no tengo amor

Cuando tienes rasgado el corazón.

 Ahora ya no me acuerdo de nada,

Huyeron de mí todas mis dolencias.

El ímpetu del ruego que traía

Se me ahoga en la boca pedigüeña.

 Y sólo pido no pedirte nada.

Estar aquí junto a tu imagen muerta

Ir aprendiendo que el dolor es sólo

La llave Santa de tu Santa puerta.

G Mistral

Encarna Recio Blanco.




domingo, 14 de enero de 2018

Yo la amé, y era de otro...


Yo la amé, y era de otro, que también la quería.

Perdónala Señor, porque la culpa es mía.

Después de haber besado sus cabellos de trigo,

Nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo

Mis labios están dulces por ese amor amargo.

 Ella fue como un agua callada que corría...

Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, tú que le diste a ella

Su frescura de lluvia y esplendor de estrella.

 Su alma era transparente como un vaso vacío.

Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla? si tú hiciste que fuera

Turbadora y fragante como la primavera.

Cómo no haberla amado, si era como el rocío

Sobre la yerba seca

Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,

Como un surco que intenta rechazar la simiente.

Era de otro. Era de otro, que no la merecía,

Y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor. Pero hay cosas sin dueño:

Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.

Y ella me dio su amor como se da una rosa,

Como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:

Ella no fue culpable, Señor... ¡ni yo tampoco!

La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella

Y me diste los ojos para mirarla a ella.

Toda la culpa es tuya, pues me hiciste cobarde

Para matar un sueño porque llegaba tarde.

Sí. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar

Y si es culpable un río cuando corre hacia el mar.

Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,

Que sería un pecado mayor, si no la amara.

Y, por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,

Que tú qué hiciste el agua, y la flor, y la estrella,

Tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,

¡Tú también la amarías, si pudieras ser hombre!

 José Ángel Buesa

  Encarna Recio Blanco.




sábado, 3 de diciembre de 2016

Apresaron mis manos de repente


 Apresaron mis manos de repente

Unas palomas, no quieren soltarse,

 Parecen decirme que me  afane,

En la sublime tarea de la labranza

Me exigen que confiese mis pecados,

Sentimientos, y deseos, y ellas cuales jueces

Dictarán la sentencia, si soy inocente, o reo.

 

En la cima de un roble, han posado mis manos.

 A lo lejos los zagales, vienen candando,

Hacia el tentadero, con los becerros adormilados.

Me han traído pámpanos ambarinos,

Estolones de sarmientos,

Y en sus picos, unas gotas de agua

Para que me sirvan de tintero.

 Haciendo un círculo han permanecido

Silenciosas las palomas, viendo como escribo

 Con sus plumas y el tintero

En la cima de este roble amarillento.

Les he dejado mis folios, prendidos

De este tronco y del viento,

Y  han dejado mis manos

Entre sus hijos, recién nacidos.

…Y aquí bajo éste roble sigo esperando

 Que bajen las palomas de sus nidos,

Para que me den…su veredicto.

 

Encarna Recio Blanco.






sábado, 9 de junio de 2012

El Señor esté.




El Señor esté con nosotros
los de sin pecado.

El Señor Alcalde
con el que no tiene trabajo.

El Señor Maestro
con los gitanos.

El Señor Cura
con los paganos.

El Zapatero
a sus zapatos.

El camarero
a su mal trago.

El delincuente
con su letrado…
pero si la hizo…
¡a castigarle!.

El presidente
debería estar callado
o, diciendo al pueblo
 la verdad,
de lo que está pasando.

Los banqueros
todos a juicio…
Para poner en claro
los estropicios.

Los que hablan
 de rescates
¡Cuidadito!

Que será el pueblo
quien dicte
tal veredicto.


Encarna Recio Blanco






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domingo, 13 de abril de 2008

Anoche hablé con Dios


Anoche hablé con Dios...

Fue después que te marcharas.

Él entró en mi habitación,

En mi mente y en mi alma.

 

Le conté de nuestro amor

Aunque sabía de que hablaba.

Sonriente me decía:

Que me perdonaba.

 

Después me acarició

Con sus manos mi vil frente.

Ni una palabra de enfado,

Ni un reproche en mis sienes.

 

¿Qué haces me preguntó?

¿Por qué estás tan agotada?

Existe una dirección

Aunque no quieras mirarla.

 

El cuerpo me lo sanó.

Y El alma me bautizó.

Me dijo que siguiera

Siempre por Su dirección.

 

He seguido caminando,

Y al salir esta mañana...

Ya no he vuelto a ver a Dios

Aunque buscándolo estaba.

 

Yo le pedía una salida.

Él medió la solución.

Pero el que quiere estar ciego

Nunca puede ver a Dios.

 

 Encarna Recio Blanco






lunes, 14 de enero de 2008

Querida hija: (Carta de Dios)


Querida hija: 
Hace tiempo que quería escribirte para decirte: Que ya va siendo hora de que las niñas se conviertan en mujer y se levanten más temprano.

Que dejes de soñar con fantasías y vivas realidades. Que ése corazón que tanto encierra, no sufra por cosas tan banales. No sigas malgastando tus noches y tus días. ¡Ya es bastante!

 Sal de ésa abulia que adormecen tus cosas tan reales.

Sé que me quieres y que quieres igual a tus hermanos no sólo los de sangre. Pero te di los sentidos sanos, te di toda una vida por delante y en mitad de ella te digo: ¡Mejor te ordeno! no la malgastes.

 Aprovecha cada instante que te queda en cosas y causas beneficiosas.

Porque si no, cuando llegues a mi casa ¡si es que llegas! no lo tendrás tal fácil.

No te culpo a ti del todo por lo que pueda pasarte. Es necesario el dolor, el mar en tempestad, las tentaciones, para saber el precio y la medida, cuando se pierde o se gane. Empieza con semilla limpia a labrar en tu campo, la sementera estará abonada por tus obras.

El pan lo quiero muy limpio, para darme en comunión a personas como tú, que tienen hambre. Deja de retozar que ya está bien el tiempo que has perdido…Mira que luego se te hace tarde.

 Las heridas que llevas…No me culpes, pues yo te di dos ojos, no grandes, pero vez lo que tienes por delante.

¡De prisa! A levantarte, mira que llevas un minuto más perdido y esta, es mi última carta, ya lo sabes. Es duro el camino, hacia delante.

Y cuidado no tropieces, que tropiezas bastante.

Hasta aquí eras una niña, y era normal, pero ya vas para abuela, y no has pasado por madre… ¿Ves? Se te hizo tarde.

Encarna Recio Blanco.