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sábado, 28 de octubre de 2017

Hay días que nacen muertos...


Hay días que nacen muertos

Y segundos que son eternos.

Hay tálamos envueltos en el hielo

Y amaneceres ardiendo.


Hay noches estrelladas. Países con tormentas.

Hambre viva  que mitigar y el pan escasea

Hay ecos sin voces  melodías sin partituras.

Tumbas  vacías, y muertos en vida.


Hay ciegos que irradian luz. Hay mares negros.

Infiernos cercanos, y lejanos Cielos.

Hay recuerdos que arden  y amores, en ruinas.

Hay castillos encantados, llenos de fantasmas.


Hay animales andantes que tienen alma.

Y humanos como fieras que matan por la espalda.

Hay corazones sin fuego, almas heladas.

Y sonrisas que lloran, cada mañana.


El dolor de la piedra gime en el cementerio.

Árboles que  lloran desolados porque están ardiendo.

Hay niños sin padres. Hay padres asesinos.

Mujeres maltratadas por sus queridos.


Hay sed de justicia y los Jueces injustos.

Leyes  a la medida de los poderosos.

¡Hay días que nacen muertos!

 

Encarna Recio Blanco.




domingo, 9 de abril de 2017

Es tu risa la sinfonía de...


Es tu risa la sinfonía de mi río desvelado.

La cadencia sonora de una guitarra

Cuando modula una serenata.

Tus palabras son las que me nutren

Como el mejor alimento para mi alma.

Aureolas desprendes de sutiles fragancias

En el recóndito jardín  que nos abraza.

Cálidas tus manos amasando mi cuerpo

Que encendido al notar el contacto,

Se abalanza en tu fuego y muy juntos

Nos fundimos como el acero.

La noche se duerme oyendo nuestra danza

De aromas y fuegos que se expanden por

Nuestra piel entre las  sábanas mojadas.

El eco lejano de unas campanadas nos

Sobresalta retumba a lo lejos y nos anuncia,

 Que ha llegado el fin…de tu escapada.

 

Encarna Recio Blanco.




domingo, 12 de marzo de 2017

Sólo la brisa...De mi libro “Atardeceres de Fuego”


 Sólo la brisa arropa mi cuerpo

Que te desea.

Cual flor reciente, quiero que te emborraches

 Al beber el jugo que te ofrezco.

La tormenta acecha y mientras tanto,

 Entre sus rayos ardemos sin sentir el trueno.

Limbos de margaritas en el lecho y tú…

 Bebiendo cual sediento caminante,

  El néctar de mis pechos.

Sumergen los calores

 Se escapan los suspiros y en la cruzada,

Dos cuerpos traspasados ahondan,

 En la batalla de labios y de huesos.

Flagelados de amor nos convertimos

 En estatuas de sal que dormían en el mar…

 ¡Ni el buen Dios nos pudo separar!

 

Encarna Recio Blanco.